viernes, 18 de junio de 2010
28
La noche del 24 de septiembre se hicieron como siempre las fotos de rigor. Grupos y más grupos alrededor de nuestra madre, que acepta resignada pero feliz todo aquel bullicio. En una de esas fotos está él, en el acto de acomodarse el cigarro en los labios, o de despegarlo, ya que no puede saberse el justo sentido de ciertos gestos que tienen dos trayectorias idénticas de ida y vuelta. Un penacho de humo enturbia sus ojos entornados, el flash enrojece las lentillas, pero él destaca por su altura detrás de una sonrisa abierta y franca, con todo el moreno del sol estival en la piel de la cara, que resalta todavía más por el cuello blanco de la camisa. Creo reconocer una señal, ¿un grito de alegría?, ¿o todavía continua la desesperación?, agazapado detrás de esa mirada en la fila de detrás, en la esquina del grupo donde se ha refugiado.
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