jueves, 29 de octubre de 2009

5

Cuando repaso aquellos fines de semana encuentro por igual momentos duros de inusitada violencia y otros casi mágicos de profunda serenidad y regocijo. Un mundo de extremos irreconciliables donde nunca se estaba seguro de casi nada ni se sabía lo que iba a pasar a continuación. Todo era imprevisible, incluso la duración de los buenos o malos momentos. Pero eso sí, sin que nos faltara la hierba, el alcohol, las anfetaminas, la música y los libros. Lejanos todavía los nefastos días de las sustancias blancas.

lunes, 26 de octubre de 2009

4

A veces íbamos a pisos y apartamentos de playa. Nos gustaban esos fines de semana invernales en aquellas urbanizaciones aletargadas donde nadie reparaba en nuestros excesos. La gente se metía en sus casas al caer la tarde y no se interesaba por alocados adolescentes pegados a la música.
La carretera que iba desde el Saler a Cullera era nuestro territorio natural, pero a veces llegábamos hasta Javea y Denia. Y mientras mi hermano se dedicaba a sus conquistas, yo me quedaba en la terraza bebiendo vino, fumando pipa y tratando de escribir en una libreta de tapas duras que llevaba siempre conmigo. Si me podía la ansiedad me daba un paseo por la playa o me acercaba a los apartamentos amigos.
En aquel tiempo las puertas estaban casi siempre abiertas y no había que llamar. Uno entraba sin pedir permiso, se unía a lo que estuviera sucediendo o se marchaba sin más si no era de su agrado. Nadie pedía explicaciones. Nadie las daba.

jueves, 22 de octubre de 2009

3
Un yonqui es como una puesta de sol. Mi hermano repetía esa cantinela una y otra vez. Lo decía a todas horas. Esas palabras le dormían los finos labios. Estaban emboscadas en su barba de años. Pegadas a la caja de su boca como imanes gigantes...
Yo crecí durante mucho tiempo creyendo que esa letanía era una canción de Neil Young, el roquero canadiense que tanto admiraba y escuchaba, pero mis desavenencias con el inglés nunca me sacaron de la duda y cuando pude hacerlo desistí. Decidí dejarlo así, en pura leyenda.

domingo, 18 de octubre de 2009

2

La edad ha ido desdibujando recuerdos y te ha alejado de ti mismo y de las ilusiones. También de la reconfortante presencia nocturna en las calles. Ahora tienes miedo de esas horas a la intemperie. Te previenes contra el vasto insomnio con cine, radio, libros y escritura. Sin poder evitar que lo nuevo de los tiempos alcance las madrugadas y sitie el interior de tu abotargada conciencia.
Estás siempre en vilo recordando que fuiste uno de ellos. Así que, seguramente, cuando termine la puesta de sol de tu hermano, llegarán los ejércitos de la noche con las cuchillas afiladas y las fauces bien dispuestas a devorar los restos.
Es posible que para entonces te encuentren tras el muro de palabras y lamentaciones que has construido y que no tratan de explicar nada ni hacer justicia a nadie. Sabes que has echado a perder tu capacidad de asombro con este artificio inútil y simplón. Que has pretendido abarcar de una sola mirada los planos de aquel tiempo y descifrar su compleja red de intenciones, incluidas las inevitables conexiones de ese laberinto existencial. Pero todo ha resultado en vano. Tus señuelos se descubren solos. Se detectan a la legua. Jamás comprenderás lo inasible. Te has quedado de nuevo fuera de la soleada comprensión. Con todas las preguntas servidas encima de la mesa. Bien aseadas y dispuestas. Con la cara lavada en sus trajes de domingo. ¿Qué es lo que ellos veían? ¿Quién o quiénes se les ofrecían desde el otro lado?

jueves, 15 de octubre de 2009

COMO UNA PUESTA DE SOL

Nos acucia el pasado: el dolor, las sensaciones, los rechazos, todo. Estoy convencida de que ese aferrarse al pasado es un fanático, casi desesperado deseo de reinventarlo, para poder modificarlo. (Edna O'brien en conversación con Philip Roth)

1. -



Un yonqui es como una puesta de sol. Incapaz dos veces del mismo espectáculo de inexplicable desconsuelo y cumplida felicidad. Tan absorto ante el majestuoso bramido de silencio que, aunque adormecidos todos sus miembros, sigue estando bien dispuesto para el sacrificio. Apenas entrevista la visión, desaparece el hombre. Pero los hay que han sobrevivido y vienen contando que no hay ningún acontecimiento parecido.