viernes, 5 de febrero de 2010

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“Ésta es una aburrida historia de recaídas”, está diciendo mi hermano. Pero he perdido el inicio de esa reflexión. Tal vez ha dicho antes que no se soporta en ningún sitio, que ya ha tenido bastante con lo que ha sido. Mi hermano no suele caer en la autocompasión. No forma parte de su temperamento e intuyo que ese momento de debilidad tendrá funestas consecuencias. Lo volverá más agresivo a las primeras de cambio. Hago como que no lo he oído. Miro la calle. Gente en precario equilibrio que se pierde de vista.
“¿Por qué no lo intentas una vez más?”, le digo sin venir a cuento, y atribuyo la responsabilidad de mis palabras al alcohol ingerido.
“No seas mamón”, me suelta. Y antes de que pueda decir otra cosa, añade: “No es el caso. No es el caso. Pero escucha esto: tengo noticias de que la muy zorra lo está consiguiendo. ¿Puedes creértelo? Al parecer las cosas le funcionan a la cabrona”. Sé que se refiere a su ex mujer.

2 comentarios:

  1. las rupturas dejan heridas muy hondas, pero albergar odio corroe por dentro. Mejor es que se olvide de ella y construya su propio futuro.

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