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Muchos años después, en largos vuelos intercontinentales, me he sorprendido muy cerca de otras nubes. Justo al otro lado de mi ventanilla redonda he sentido una irresistible necesidad de acogida: la tentación de lanzarme sobre ese confortable colchón de plumas de nata y algodón, seguro de no recibir daño alguno, de no estar expuesto a leyes físicas.
Tal vez mi hermano, a su manera, sintió alguna vez algo parecido. No lo sé. Pero si sé que lo vi llorar al contemplar esos encendidos atardeceres. Es claro que el exceso de alcohol y de hierba reblandecía las defensas naturales y propiciaba ciertas manifestaciones sensibleras que siempre habíamos creído asunto de otros. Sin embargo no recuerdo que se hiciera escarnio o mofa si te descubrían apartándote del lugar para volver poco después.
Muchos años después, en largos vuelos intercontinentales, me he sorprendido muy cerca de otras nubes. Justo al otro lado de mi ventanilla redonda he sentido una irresistible necesidad de acogida: la tentación de lanzarme sobre ese confortable colchón de plumas de nata y algodón, seguro de no recibir daño alguno, de no estar expuesto a leyes físicas.
Tal vez mi hermano, a su manera, sintió alguna vez algo parecido. No lo sé. Pero si sé que lo vi llorar al contemplar esos encendidos atardeceres. Es claro que el exceso de alcohol y de hierba reblandecía las defensas naturales y propiciaba ciertas manifestaciones sensibleras que siempre habíamos creído asunto de otros. Sin embargo no recuerdo que se hiciera escarnio o mofa si te descubrían apartándote del lugar para volver poco después.
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