lunes, 4 de enero de 2010

17

“Llevas mucho tiempo aquí dentro y están preocupados, le digo sin dejarme avasallar. Tantas visitas al cuarto de baño les tienen en ascuas”. Suena a modo de disculpa por irrumpir así. Sonríe apenado porque comprende que mi respuesta confirma sus sospechas de que ellos me han mandado. “Ya veo que eres un simple mensajero”, me ataca; “A lo mejor es el precio que debes pagar”. Se está desquitando conmigo pero al mismo tiempo mi presencia no contiene en nada su ánimo destructivo. Si es Neil Young el que toca esa guitarra suena como un estilete punteándote detrás del cerebro. ¿Estará en esta cinta la canción que dice que un yonki es como una puesta de sol? No sé por qué esa idea se me ha vuelto obsesiva de pronto. También me sorprende que, en contra de su costumbre, mi hermano intente llevar su ira al terreno personal.
“No finjas que esto te importa una mierda”, me dedica de pronto todo su desprecio. Está bien, me digo a mí mismo, no fingiré nada que puedas utilizar contra mí en esta habitación, pero en su lugar él escucha lo que sigue: “Hace tiempo que tú y yo no tenemos nada que decirnos, pero ellos creen que a lo mejor sí”. “Ellos sólo creen lo que tú les has hecho creer”, me recrimina él, “porque de pronto te has vuelto muy obediente y eres peor que una rata arrepentida”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario