viernes, 7 de mayo de 2010

26

Estoy con mi hermano en la cena que todos los años se hace por el santo de nuestra madre en un restaurante de La Dehesa cercano al Saler. Él está en los inicios de una relación que lo tiene moderadamente feliz. Cuando habla de Teresa, a la que lleva once años, lo hace con una intensidad desacostumbrada en él, casi con devoción y la clase de respeto desconocido para mí cuando habla de mujeres. Es un hombre lleno de gratitud porque una mujer le está devolviendo las ganas de vivir. Si no la vida al menos las ganas de vivir. Es tan extraño oírle hablar así. Que no le cueste reconocer que hay personas que se interesan por él y tienen toda clase de buenas intenciones sin pedir nada a cambio. Yo lo miro fascinado. Pienso que nunca antes le he oído semejante confesión. Nunca ha hablado tan seguro de algo, tan a favor de las mujeres. Porque mi hermano no suele perder el tiempo en cumplidos, sabe que gusta de entrada y que ellas son muy capaces de ponerse en ridículo por él. Su vida siempre ha sido ir y venir de unas a otras y, aunque ellas compiten ilusionadas por él, lo único que les ha reconocido siempre es el mérito de su compañía para pasar un rato agradable, pero no las quiere mucho más de eso, incluso las juzga con severidad y dureza cuando pretenden concederse derechos que él no les ofrece, por ejemplo, el de disponer del resto de la vida del otro. Nunca ha ido en busca de la compañía femenina porque tenga miedo de encontrarse sólo o por la soledad misma. A mí me ha confesado muchas veces que las mujeres no le han sacado de su perpetua insatisfacción vital. Ahora con los cuarenta ya cumplidos y una larga experiencia de sobresaltos por culpa de las drogas dispone de una nueva oportunidad para intentar ser feliz con Teresa y encauzar su vida. Le veo como si fuera un niño grande, pero consciente de que regresa a un tiempo desconcertante y prometedor donde está sintiendo cosas nuevas de incalculable valor, momentos auténticos en brazos de una divorciada con dos hijos pequeños que vive en el campo a veinte kilómetros de Valencia.

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